El cuerpo humano siempre me ha sorprendido. Se adapta, se
transforma. La mayor parte de las
personas cree que su cuerpo es estático, que cambia muy lentamente. Luchan a
diario por detener el tiempo, pero no entienden su cuerpo. La temperatura sube y baja todo el día, la presión arterial
se jamás esta quieta. La piel se renueva y el polvo de nuestras casas no es
otra cosa que células muertas, que van cayendo todo el día. El cabello crece,
las células de nuestro cuerpo nacen y mueren todos los días. El clima cambia,
la comida cambia y el cuerpo se adapta. Y cuando torturas un cuerpo, también se
adapta. Los nervios envían impulsos eléctricos que desencadenan cascadas de
sustancias químicas que transforman el ambiente químico del cuerpo. La piel
engrosa por los latigazos. La piel del escroto se hace más elástica al colocar
peso en los testículos. Los mecanismos generadores de adrenalina se hacen más
sensibles. Darwin debería haber conocido el BDSM. Lo habría disfrutado en más
de un sentido.
Abrí la puerta y ahí esta mi perro. Enfundado en una camisa
y un pantalón camuflado. Su cabeza baja y su mirada sumisa me complace
siempre. Al cerrar la puerta, al tronar mis dedos, mi perro se arrodilla y besa
mis pies con reverencia y adoración. Lo tomo del cuello, lo obligo a
levantarse, y con la mirada en el piso lo llevo lentamente a subir unas
escaleras. Sus pasos resuenan en el piso de loseta blanca.
Al llegar a la recámara le ordeno desnudarse y arrodillarse.
Le dejo lamer mis pies como premio a su esfuerzo. Le dejo pasar su lengua por
cada uno de mis dedos, le dejo sentir la piel de mi empeine. Le dejo quitarme
las sandalias y lamer las plantas de mis pies. Es un placer para el, un premio
antes de todo lo que esta por venir.
Le tomo del cabello y le levanto la cabeza a la altura justa
para ponerle el collar de perro, hecho en cuero negro. Le coloco la cadena en
la argolla que queda a la altura de la manzana de adán y lo dejo seguir
jugueteando con mis pies. Mientras lame, le coloco pinzas en las tetillas. Son
pinzas metálicas, unidas a una cadena. La presión y el peso de la cadena le
causan dolor y placer. Cierra los ojos abandonándose a la sensación y su verga
se erecta sin tocarla.
Tomo una cuerda negra, y sujeto sus testículos. Es hora de
atarlos, de tenerlos cautivos. Doy vueltas en su escroto mientras sus
testículos van encontrando cada vez menos espacio. La piel se estira causando
dolor, y su piel se enrojece mientras sus bolas parecen estallar.
Paso mis dedos por su espalda, acariciando cada parte de su
piel. Siento los cambios de temperatura, siento sus huesos bajo la piel.
Recorro su columna vertebral, sintiendo cada protuberancia. Bajo hasta sus
nalgas. Doy algunos golpes ahuecando mi mano para hacerlos más sonoros. Me
gusta que sienta los golpes, mientras el sonido entra por sus oídos y llega a
su cerebro. Piso la cadena con mi pie desnudo y voy jalándola poco a poco para
forzarlo a ponerse en cuatro patas y tu cara lo mas cerca del piso. Y lo mantengo
así, lamiendo mis pies mientras uso mi mano para enrojecer sus nalgas hasta el
color que me gusta ver.
Las lágrimas son liquido segregado por las glándulas
lagrimales principalmente. Su propósito es lubricar y limpiar el ojo, y también
intervienen en la óptica. Entre sus funciones principales esta el distribuir el
oxigeno en la superficie del ojo, ayuda a mejorar la visión, además de lubricar
el ojo. También tienen propiedades que ayudan a eliminar bacterias, eliminan
residuos solidos que puedan caer al ojo. Y además absorben parte de los rayos
ultravioleta de la luz solar
Hay tres tipos de lágrimas. La primera es la lágrima basal,
la cual es liquido que se produce regularmente y lubrica el ojo.
La segunda es la lágrima refleja. Estas lágrimas se producen
cuando entra en contacto con el ojo alguna sustancia irritante, para tratar de
lavar el ojo y evitar el daño. También se producen al bostezar, al vomitar, o
al contacto de sustancias picosas con la lengua o boca.
La tercera categoría son las lágrimas emocionales. Estas
están provocadas por la felicidad, la ira, el miedo y otras emociones. Tienen
una química diferente debido a que están provocadas por otro tipo de estímulos
nerviosos. También se producen por el dolor físico.
Lleve a mi esclavo a la cama guiándolo con la cadena.
Lo subí y lo deje a cuatro patas
mientras preparaba cuerdas y paliacates para inmovilizarlo. Ate un paliacate a su muñeca. Me gusta usarlos
debido a que funcionan como muñequeras, distribuyen la presión y pueden atarse
de diferentes formas. Después de atarle las cuatro extremidades, lo tome del
cuello y baje su cabeza hasta que todo su cuerpo quedo apoyado en el colchón. Extendí
cuerdas y comencé a atara las cuerdas a los paliacates para estirarlo
completamente.
Tome una vara y comencé a dar pequeños golpes por todo su
cuerpo
Primero la espalda, bajando por los laterales hasta llegar a
las nalgas. Acaricie con la punta de mi vara su cuerpo mientras la respiración
de mi esclavo comenzaba a acelerarse.
Los golpes comenzaron a aumentar su intensidad.
Ajuste las pinzas de las tetillas para aumentar también la
presión lograda.
Regrese a la vara. El mango recubierto de plástico negro se
siente tibio al tacto. La larga vara se balancea entre mis dedos mientras cae
una y otra vez sobre su espalda. Golpes en vertical. Golpes en horizontal.
Golpes en diagonal. La lluvia de golpes cae mientras el eco de La gran pascua
rusa de Korsakov suena en el aire y llena el cuarto. Llena mis oídos, lleva el
compás y marca el tiempo de cada impacto.
A cada momento se agrega una nuevo golpe, una nueva marca.
Después de un tiempo que se antoja eterno, tu espalda se vuelve roja y un tapete
de líneas rectas ha formado un intrincado dibujo de triángulos y
cuadrados mezclados entre si.
La respiración se agita y puedo ver como tu cuerpo se
estremece en cada golpe.
Es tiempo de la cera…
Enciendo las velas y la luz se comienza a esparcir por la
habitación. Al principio tímida, y después potente. Las pequeñas llamas bailan
y dotan de vida todos los objetos alrededor. Tu cuerpo parece cobrar vida
temblar al compás de las sombras en la pared.
La luz esa energía encerrada en una materia que no es ni
solida ni liquida ni gaseosa. Y mientras
acaricio tu piel caliente, pienso en la ecuación de Einstein. La energía es
igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. La materia se puede
convertir en energía y la energía esta guardada en la materia. La energía puede
concentrarse y estallar. Impregnar todo alrededor. Llenar de luz y color el
aire.
Dejo caer la cera en la espalda de mi esclavo. Cada gota cae
y se lleva una parte de la energía del fuego en ella. Mientras cae, parte de la
luz que esta encerrada en cada gota se transmite y penetra la piel de mi
esclavo, que lentamente va acumulando en su piel, en cada parte de su cuerpo la
energía del fuego y la luz. Su espalda deja poco a poco su color rojo y queda
sepultada por una masa suave de color blanco.
Esa piel que absorbió la energía de cada golpe de mi vara.
Cada impacto transmitió una pequeña cantidad de energía a su piel. Cada golpe
como gotas cayendo en un estanque, formando ondas de energía que de difuminaban
por toda su piel. Esa energía contenida en el cuerpo de mi esclavo esperando
liberarse.
Suelto las cuerdas y sujeto la cadena de mi esclavo y lo levanto
de la cama. Lo llevo a una columna y le ato las manos a lo alto de la columna.
Ato su cintura y sus pies para tenerlo inmovilizado. Un hermoso San Sebastian
abrazado a la columna esperando el suplicio que lo llevara al cielo en medio de
su rapto místico.
Tomo un látigo de cuero. La piel del mango se siente suave
al tacto. Las colas caen naturalmente. El peso que se balancea es agradable.
Cada cola es un objeto lleno de energía lista para liberarse y transmitirse.
La gran Pascua Rusa sigue sonando al fondo.
Comienzo a dar latigazos suaves, los necesarios para que la
adrenalina corra nuevamente por sus venas y un gemido mezclado con un suspiro
se escapa de su boca.
Sabe que es lo que viene.
A cada momento los golpes ganan en ritmo y fuerza. Mientras
caen los golpes, caen también pequeños trozos de cera. Vuelan en el aire como
pequeños fragmentos de mármol arrancados por un cincel. Al pasar el tiempo, la
cerca se va y queda la piel sensible. La sesión de vara y de cera la ha dejado
predipuesta a sentir más el castigo
infligido por el latigo.
La velocidad aumenta y también la fuerza. Cada cola del
látigo transmite más y mas energía a su cuerpo. Sus ojos enrojecen, su
respiración se agita. Su piel se estremece más y más. La gran pascua rusa se
acerca al final. Golpe tras golpe, la boca se tensa, la saliva resbala mientras
trata de aguantar el dolor sin gritar.
El látigo caer y la piel enrojece. Cada cola deja la marca
de su paso y de la energía trasmitida. Es hermoso ver como las colas dejan
caminos en la piel. Formas caprichosas aparecen en la piel, y una imagen de
Rorschar aparece en la espalda de mi esclavo a cada latigazo.
Los músculos se tensan y el cuerpo de mi esclavo comienza a
tener pequeños espasmos a cada golpe. El dolor se hace más intenso. Aumenta de
la misma forma que aumenta la energía contenida dentro de mi esclavo.
Y entonces llega. El dolor rompe la resistencia de mi
esclavo. El grito sale de su garganta puro y sonoro. El cuerpo se suelta y
simplemente se abandona al dolor. Y las lágrimas fluyen.
Esas lágrimas puras y cristalinas que brotan de sus ojos y
corren raudas por sus mejillas. Lágrimas
que caen en un pequeño tubo de cristal.
Si Eintein viviera posiblemente podría ver en ese liquido
transparente y con un ligero tono dorado, una gran cantidad de energía
transformada en materia. Materia pura y brillante. Lágrimas puras y brillantes.
Materia de enorme
valor por ser transformada dentro de un cuerpo. Cada golpe esta ahí presente.
Cada gota de cera. Cada huella del látigo tiene ahí su representación. Energía
radiante atrapada en un pequeño cristal.
Le muestro el pequeño frasco a mi esclavo. Y le susurro que
todo a valido la pena una vez más. Le beso, le acaricio agradecido por el
regalo. Le suelto de sus ataduras y le dejo abrazarme las piernas.
Mientras el descansa a mis pies, pienso en esa energía
brillante y pura que me pertenece y que pronto bajara por mi garganta para
nutrir mi cuerpo.
Al contemplarla me
siento como un alquimista medieval. Y mientras me pregunto que pensaría
Einstein de mi teoría, lo imagino frente a mi. Y solo puedo decir.
¡salud!
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