martes, 15 de agosto de 2017

Las lagrimas de Einstein



El cuerpo humano siempre me ha sorprendido. Se adapta, se transforma.  La mayor parte de las personas cree que su cuerpo es estático, que cambia muy lentamente. Luchan a diario por detener el tiempo, pero no entienden su cuerpo. La temperatura  sube y baja todo el día, la presión arterial se jamás esta quieta. La piel se renueva y el polvo de nuestras casas no es otra cosa que células muertas, que van cayendo todo el día. El cabello crece, las células de nuestro cuerpo nacen y mueren todos los días. El clima cambia, la comida cambia y el cuerpo se adapta. Y cuando torturas un cuerpo, también se adapta. Los nervios envían impulsos eléctricos que desencadenan cascadas de sustancias químicas que transforman el ambiente químico del cuerpo. La piel engrosa por los latigazos. La piel del escroto se hace más elástica al colocar peso en los testículos. Los mecanismos generadores de adrenalina se hacen más sensibles. Darwin debería haber conocido el BDSM. Lo habría disfrutado en más de un sentido.
Abrí la puerta y ahí esta mi perro. Enfundado en una camisa y un pantalón camuflado. Su cabeza baja y su mirada sumisa me complace siempre. Al cerrar la puerta, al tronar mis dedos, mi perro se arrodilla y besa mis pies con reverencia y adoración. Lo tomo del cuello, lo obligo a levantarse, y con la mirada en el piso lo llevo lentamente a subir unas escaleras. Sus pasos resuenan en el piso de loseta blanca.
Al llegar a la recámara le ordeno desnudarse y arrodillarse. Le dejo lamer mis pies como premio a su esfuerzo. Le dejo pasar su lengua por cada uno de mis dedos, le dejo sentir la piel de mi empeine. Le dejo quitarme las sandalias y lamer las plantas de mis pies. Es un placer para el, un premio antes de todo lo que esta por venir.
Le tomo del cabello y le levanto la cabeza a la altura justa para ponerle el collar de perro, hecho en cuero negro. Le coloco la cadena en la argolla que queda a la altura de la manzana de adán y lo dejo seguir jugueteando con mis pies. Mientras lame, le coloco pinzas en las tetillas. Son pinzas metálicas, unidas a una cadena. La presión y el peso de la cadena le causan dolor y placer. Cierra los ojos abandonándose a la sensación y su verga se erecta sin tocarla.
Tomo una cuerda negra, y sujeto sus testículos. Es hora de atarlos, de tenerlos cautivos. Doy vueltas en su escroto mientras sus testículos van encontrando cada vez menos espacio. La piel se estira causando dolor, y su piel se enrojece mientras sus bolas parecen estallar.
Paso mis dedos por su espalda, acariciando cada parte de su piel. Siento los cambios de temperatura, siento sus huesos bajo la piel. Recorro su columna vertebral, sintiendo cada protuberancia. Bajo hasta sus nalgas. Doy algunos golpes ahuecando mi mano para hacerlos más sonoros. Me gusta que sienta los golpes, mientras el sonido entra por sus oídos y llega a su cerebro. Piso la cadena con mi pie desnudo y voy jalándola poco a poco para forzarlo a ponerse en cuatro patas y tu cara lo mas cerca del piso. Y lo mantengo así, lamiendo mis pies mientras uso mi mano para enrojecer sus nalgas hasta el color que me gusta ver.

Las lágrimas son liquido segregado por las glándulas lagrimales principalmente. Su propósito es lubricar y limpiar el ojo, y también intervienen en la óptica. Entre sus funciones principales esta el distribuir el oxigeno en la superficie del ojo, ayuda a mejorar la visión, además de lubricar el ojo. También tienen propiedades que ayudan a eliminar bacterias, eliminan residuos solidos que puedan caer al ojo. Y además absorben parte de los rayos ultravioleta de la luz solar
Hay tres tipos de lágrimas. La primera es la lágrima basal, la cual es liquido que se produce regularmente y lubrica  el ojo.
La segunda es la lágrima refleja. Estas lágrimas se producen cuando entra en contacto con el ojo alguna sustancia irritante, para tratar de lavar el ojo y evitar el daño. También se producen al bostezar, al vomitar, o al contacto de sustancias picosas con la lengua o boca.
La tercera categoría son las lágrimas emocionales. Estas están provocadas por la felicidad, la ira, el miedo y otras emociones. Tienen una química diferente debido a que están provocadas por otro tipo de estímulos nerviosos. También se producen por el dolor físico.
Lleve a mi esclavo a la cama guiándolo con la cadena. Lo  subí y lo deje a cuatro patas mientras preparaba cuerdas y paliacates para inmovilizarlo.  Ate un paliacate a su muñeca. Me gusta usarlos debido a que funcionan como muñequeras, distribuyen la presión y pueden atarse de diferentes formas. Después de atarle las cuatro extremidades, lo tome del cuello y baje su cabeza hasta que todo su cuerpo quedo apoyado en el colchón. Extendí cuerdas y comencé a atara las cuerdas a los paliacates para estirarlo completamente.
Tome una vara y comencé a dar pequeños golpes por todo su cuerpo
Primero la espalda, bajando por los laterales hasta llegar a las nalgas. Acaricie con la punta de mi vara su cuerpo mientras la respiración de mi esclavo comenzaba a acelerarse.  Los golpes comenzaron a aumentar su intensidad.
Ajuste las pinzas de las tetillas para aumentar también la presión lograda.
Regrese a la vara. El mango recubierto de plástico negro se siente tibio al tacto. La larga vara se balancea entre mis dedos mientras cae una y otra vez sobre su espalda. Golpes en vertical. Golpes en horizontal. Golpes en diagonal. La lluvia de golpes cae mientras el eco de La gran pascua rusa de Korsakov suena en el aire y llena el cuarto. Llena mis oídos, lleva el compás y marca el tiempo de cada impacto.
A cada momento se agrega una nuevo golpe, una nueva marca. Después de un tiempo que se antoja eterno, tu espalda se vuelve roja  y un tapete  de líneas rectas ha formado un intrincado dibujo de triángulos y cuadrados mezclados entre si.
La respiración se agita y puedo ver como tu cuerpo se estremece en cada golpe.
Es tiempo de la cera…
Enciendo las velas y la luz se comienza a esparcir por la habitación. Al principio tímida, y después potente. Las pequeñas llamas bailan y dotan de vida todos los objetos alrededor. Tu cuerpo parece cobrar vida temblar al compás de las sombras en la pared.
La luz esa energía encerrada en una materia que no es ni solida ni liquida ni gaseosa.  Y mientras acaricio tu piel caliente, pienso en la ecuación de Einstein. La energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. La materia se puede convertir en energía y la energía esta guardada en la materia. La energía puede concentrarse y estallar. Impregnar todo alrededor. Llenar de luz y color el aire.


Dejo caer la cera en la espalda de mi esclavo. Cada gota cae y se lleva una parte de la energía del fuego en ella. Mientras cae, parte de la luz que esta encerrada en cada gota se transmite y penetra la piel de mi esclavo, que lentamente va acumulando en su piel, en cada parte de su cuerpo la energía del fuego y la luz. Su espalda deja poco a poco su color rojo y queda sepultada por una masa suave de color blanco.
Esa piel que absorbió la energía de cada golpe de mi vara. Cada impacto transmitió una pequeña cantidad de energía a su piel. Cada golpe como gotas cayendo en un estanque, formando ondas de energía que de difuminaban por toda su piel. Esa energía contenida en el cuerpo de mi esclavo esperando liberarse.
Suelto las cuerdas y sujeto la cadena de mi esclavo y lo levanto de la cama. Lo llevo a una columna y le ato las manos a lo alto de la columna. Ato su cintura y sus pies para tenerlo inmovilizado. Un hermoso San Sebastian abrazado a la columna esperando el suplicio que lo llevara al cielo en medio de su rapto místico.
Tomo un látigo de cuero. La piel del mango se siente suave al tacto. Las colas caen naturalmente. El peso que se balancea es agradable. Cada cola es un objeto lleno de energía lista para liberarse y transmitirse.
La gran Pascua Rusa sigue sonando al fondo.
Comienzo a dar latigazos suaves, los necesarios para que la adrenalina corra nuevamente por sus venas y un gemido mezclado con un suspiro se escapa de su boca.
Sabe que es lo que viene.
A cada momento los golpes ganan en ritmo y fuerza. Mientras caen los golpes, caen también pequeños trozos de cera. Vuelan en el aire como pequeños fragmentos de mármol arrancados por un cincel. Al pasar el tiempo, la cerca se va y queda la piel sensible. La sesión de vara y de cera la ha dejado predipuesta a sentir  más el castigo infligido por el latigo.
La velocidad aumenta y también la fuerza. Cada cola del látigo transmite más y mas energía a su cuerpo. Sus ojos enrojecen, su respiración se agita. Su piel se estremece más y más. La gran pascua rusa se acerca al final. Golpe tras golpe, la boca se tensa, la saliva resbala mientras trata de aguantar el dolor sin gritar.
El látigo caer y la piel enrojece. Cada cola deja la marca de su paso y de la energía trasmitida. Es hermoso ver como las colas dejan caminos en la piel. Formas caprichosas aparecen en la piel, y una imagen de Rorschar aparece en la espalda de mi esclavo a cada latigazo.
Los músculos se tensan y el cuerpo de mi esclavo comienza a tener pequeños espasmos a cada golpe. El dolor se hace más intenso. Aumenta de la misma forma que aumenta la energía contenida dentro de mi esclavo.
Y entonces llega. El dolor rompe la resistencia de mi esclavo. El grito sale de su garganta puro y sonoro. El cuerpo se suelta y simplemente se abandona al dolor. Y las lágrimas fluyen.
Esas lágrimas puras y cristalinas que brotan de sus ojos y corren raudas por sus mejillas.  Lágrimas que caen en un pequeño tubo de cristal.
Si Eintein viviera posiblemente podría ver en ese liquido transparente y con un ligero tono dorado, una gran cantidad de energía transformada en materia. Materia pura y brillante. Lágrimas puras y brillantes.
 Materia de enorme valor por ser transformada dentro de un cuerpo. Cada golpe esta ahí presente. Cada gota de cera. Cada huella del látigo tiene ahí su representación. Energía radiante atrapada en un pequeño cristal.
Le muestro el pequeño frasco a mi esclavo. Y le susurro que todo a valido la pena una vez más. Le beso, le acaricio agradecido por el regalo. Le suelto de sus ataduras y le dejo abrazarme las piernas.
Mientras el descansa a mis pies, pienso en esa energía brillante y pura que me pertenece y que pronto bajara por mi garganta para nutrir mi cuerpo.
 Al contemplarla me siento como un alquimista medieval. Y mientras me pregunto que pensaría Einstein de mi teoría, lo imagino frente a mi. Y solo puedo decir.
¡salud!




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