jueves, 24 de julio de 2014

La palma de Buda

Para marrón, fiel y juguetón.

La palma de buda
Meñique.
La verdad no puedo dejar de sonreír.
Aun recuerdo ese primer correo electrónico que llego a mi cuenta. Me sorprendió un poco el contenido, pero bueno, después de esa despedida creo que quizá no había otra situación más lógica que simplemente decir que esto no era lo tuyo y adiós.
La primera sesión fue excelente. Pase por ti a un lugar cerca de la zona de Tacubaya, y fuimos a unos baños cercanos. Pagamos uno turco individual, y al entrar encontramos un par de cuartos amplios de azulejos color azul cielo. Cerré la puerta con un pequeño y oxidado pasador de bronce. Al voltear, estabas de pie mirándome expectante. Deseabas que sucediera algo y deseabas que yo lo hiciera suceder.
Te ordene desnudarte.
Tu cara enrojeció de vergüenza al quitarte poco a poco la ropa, mientras tu miembro gano una gran erección, hasta quedar como un pequeño obelisco de roca. Al colocarte el collar de perro de cuero color miel, con puntas metálicas a los lados, soltaste un pequeño suspiro, y un estremecimiento recorrió tu piel.
La pequeña aventura que en tu mente genero mucha excitación, en la realidad hacia que tu cuerpo vibrara de placer. Lamer mis pies fue algo que disfrute mucho, verte humillado y sometido por primera vez. Un perro reconociendo el sabor y olor de su nuevo dueño. Tu mente sumergió tus prejuicios y ataduras sociales hasta cubrirlos completamente, en un rio de perversión y placer. Similar a los bautizos en los tiempos de Cristo te sumergí y quedaste con una marca indeleble, que hasta el día de hoy, sigue estando presente en tu mente y corazón.
Al salir a la calle toda tu moral y prejuicios aspiraron una bocanada de aire puro y volvieron al ataque. Creyendo vanamente que bastaba un correo lleno de malas razones y autoengaño para borrar la experiencia, y el placer que llevabas en tu piel, impregnado como una segunda capa de sudor.
En tu correo, después del consabido discurso moral, simplemente me escribiste: adiós, gracias y nunca más.
Yo sonreí al leer todo aquello, y simplemente decidí esperar.


Anular
Mientras caminábamos hacia el metro, tus palabras lograron hacer brotar una gran sonrisa en mi rostro. Saber que tenías novia y planes para una vida de pareja fue algo emocionante. Era la cereza del pastel para terminar una excelente sesión. Estaba un poco intrigado del porqué, después de cada sesión, siempre terminabas diciéndome que sería la última. Siempre pensé que podía ser por qué, siendo poblano, podrías confirmar regularmente la creencia de que son de lo más mocho. Así que las crudas morales estarían a la orden del día. Pero sentía que había algo más.
Me costó un poco enfocarte en la sesión. La primera parte de la humillación y bondage apenas si logro atraer tu mente y tu excitación. Tuve que recurrir a algo más físico, para desbalancearte y sorprendente.
Decidí atarte a la cama boca abajo, sujetando con cintas de seguridad tus muñecas y tobillos, para no dejar marcas. Pasar mis dedos apenas rozando tu espalda, y sentir en las yemas de mis dedos, el suave contacto del vello fino de tus nalgas.
Pasar mi lengua tibia desde tu nuca hasta el nacimiento de tus nalgas, te erizo la piel, te puso en alerta, y estremeció tu cuerpo.
Comencé con palmadas leves y espaciadas. Subiendo poco a poco la fuerza. Después decidí acariciar un poco tus nalgas antes de cada golpe, variando la intensidad para llamar más aun tu atención. Fuerte algunas, leves otras.
Cuando tuve tu atención, curve mi mano para generar sonido en cada palmada, que la estimulación entrara por tu piel y por tus oídos, barriendo toda otra sensación y todo otro sonido, hasta quedar solo el placer y el dolor.
Tu respiración cambió y se agitó un poco. Hora de cambiar de ritmo e intensidad. Borrar con dolor y placer los jirones de tu preocupación, enfocarte en trabajar tus límites, rebasarlos. Empujarte para que te descubras capaz de disfrutar con el dolor en tu piel. Los suspiros se transformaron en jadeos al mantener el ritmo, y variar la intensidad de las nalgadas, y para ese momento, ya suplicabas entre jadeos.
Un poco de caricias, palabras al oído para cerrar el círculo alrededor de ti y tenerte a mi merced.
Y después la parte fuerte. Variar el ritmo e ir subiendo la intensidad. Ver tu cuerpo estremecerse, sentir tu piel vibrar y tu voz entrecortada que solo repetía- ¡Gracias señor!-
Fue placer puro sentir tu piel enrojecida y caliente, muy sensible, tanto como ver tu cara de felicidad al descubrir hasta donde habías logrado llegar.
Sin embargo cuando nos despedimos, fue evidente que ya lo tenías decidido. Querías ser completamente fiel y feliz con tu novia. Decidiste hacer a un lado la experiencia y terminar el camino. Me diste la mano, y me dijiste –Adiós, gracias,  y nunca más.-
Yo sonreí, y simplemente decidí esperar.


Medio.
Me invadió una gran sensación de bienestar al sentir tu cabeza apoyada en mi pecho. Una sonrisa afloro en mis labios al saber que tenías planeada la boda. Las cosas iban muy bien con tu novia y decidieron casarse pronto. Era como quien dice, tu despedida de soltero.
Como era una ocasión especial, decidí darte otra experiencia nueva. Saque todas las cuerdas de mi mochila.
Ordene en la cama los atados de cuerda por longitud y dureza. Cuerdas blancas de algodón, cuerdas blancas y combinadas con azul, y un par de rollos de cinta de cinturón de seguridad. Unos paliacates y unas tijeras de uso rudo completaron el equipo.
Comencé  atándote las manos a la espalda, dando varias vueltas en tus muñecas para ampliar la zona de presión y dar la impresión de ser unos brazaletes de cuerda. Te sorprendió la suavidad de la cuerda en contraste con la firmeza de la sujeción lograda. Te inmovilizaba las muñecas, pero no lastimaba. Era una sensación completamente sensual. Tome otra cuerda y sujete tus muñecas, la pase sobre tus hombros, como tirantes, y comencé a tejer diamantes de cuerda en tu pecho. Ajustaba la tensión por aquí, y algún nudo por allá. Rozaba tus tetillas de forma juguetona, colocando la cuerda por momentos, para que disfrutaras del roce por tu cuerpo.
Te recosté en la cama, y ate tus tobillos con vueltas suficientes para apretar sin dañar tu piel. Subí por tus pantorrillas anchas y fuertes, atando algunas vueltas por arriba y por debajo de tus rodillas. Ate tus muslos con dos vueltas amplias a la altura de la ingle, y aproveche para soltar los cabos y atarlos a los tobillos, Tirando de ellos para inmovilizarlos, mientras daba pequeñas mordidas en tus chamorros.
Tome una cuerda delgada y sujete los dedos gordos de tus pies, y los uní a las rodillas para tener las plantas de tus pies libres e indefensas.
La cereza del pastel fue una mordaza hecha con una cuerda bicolor, blanca y azul.
Y quedaste libre e indefenso. Fueron tres horas de juego con tu cuerpo atado, y disponible para mi. Fue delicioso.
Al final mientras descansábamos recostados te felicite una vez más por tu próximo matrimonio. Yo solo podía darte mis dos comentarios: Felicitarte y desearte un excelente matrimonio. Y recordarte que los anillos mágicos solo existen en los cuentos y novelas. Cuando tu esposa te pusiera el anillo en tu dedo, nada de tus filias y deseos cambiaría ni desaparecería. Te pedí que lo reflexionaras, porque no ibas a cambiar por dentro solo por cambiar tu estado civil.  Tu solo me dijiste –Adiós, muchas gracias por todo, y nunca más.
Yo solo esboce una pequeña sonrisa, y pensé que una vez más, solo debía esperar.


Índice
Como todas las veces anteriores, fue un gran gusto verte. Mi rostro se ilumino con una gran sonrisa cuando te ví. Subí a tu automóvil de color azul marino y nos dimos un fuerte apretón de mano.
Mientras conducías me diste la gran noticia del próximo nacimiento de tu primer hijo. Estabas emocionado y feliz, aunque con los nervios de ser padre primerizo. Todos los preparativos y visitas al médico te ponían muy nervioso.
Cuando llegamos a tu casa los nervios cambiaron de causa. Ser dominado, sometido y humillado en tu propia casa era algo que te excitaba y te causaba mucho morbo.
Al cerrar la puerta te tome del cuello y te coloque de espaldas a la pared. Sujete tus manos con las mías y las levante hasta dejarte casi parado sobre las puntas de tus pies. Pegue mi cuerpo al tuyo para inmovilizarte contra la pared. Me acerque a ti. Tus ojos automáticamente buscaron el piso, mientras acercaba mi boca a tu oreja, y te susurraba suavemente los detalles de la noche.
Serías mi perro y esclavo toda la noche y la mañana siguiente. Te desnudare y te colocare de rodillas para ponerte el collar de perro que tenía placa de perro, cerrado con un candado, cuyas únicas llaves yo conservaría en mi poder. Te dejare lamer todo mi cuerpo, de la cabeza a los pies mientras descansaba de mi viaje, recostado cómodamente en tu cama. Después me prepararas una bebida, para refrescarme mientras preparas y sirves mi cena. Pondré las sobras en tu plato de perro, que comerás después de lavar los trastes y dejar la cocina limpia.
Cenaras mientras tomo un buen baño, y estarás listo con una toalla para secar todo mi cuerpo, así que deberás cenar muy rápido.  Luego me seguirás hasta la cama y masajearas mis pies con tu boca mientras veo televisión. Al terminar mi película favorita, prepararas un café para revisar a gusto mis pendientes en la computadora portátil. Antes de dormir, te pondrás a cuatro patas y te daré una serie de nalgadas que servirán para relajar mis músculos, y descargar la tensión de mi espalda.
Después te daré permiso de colocar una manta en el piso a los pies de la cama para que duermas junto a mí. Dormirás en el piso, así estarás cerca si necesito algo durante la noche, desde ir al baño, hasta un vaso de agua. O simplemente para que mis pies no toquen el piso frio al levantarme por la mañana. Y al despertar… vendrá una pequeña sorpresa.
Al terminar de susurrarte los detalles, jadeabas y tu cuerpo se pegaba y se frotaba contra el mío,  sentía tu excitación en mi piel, casi podía oler la adrenalina emanada por los poros de tu cuerpo. Sentía tu respiración entre cortada en mi oreja. Desde luego que la sesión fue placentera de principio a fin.
Por la tarde, mientras esperaba la salida de mi autobús de regreso a la ciudad, solo me quedo decirte que serías un gran padre. Todos estos años de conocerte y descubrir cosas acerca de ti, de madurar y crecer como esclavo, de cuestionarte las cosas que te sucedían, habían hecho de ti una gran persona. Serías comprensivo y firme para guiar a tu hijo. Le darás amor y disciplina, la libertad suficiente para crecer y las reglas para que sea excelente persona.
Cuando anunciaron la salida del autobús, nos levantamos, me miraste un poco incrédulo y me diste un abrazo. Me dijiste que ahora que tenías la responsabilidad de un hijo y lo mejor era cerrar el círculo y dejarnos de ver. Nuevamente me dijiste -Gracias por todo, adiós, y nunca más.
Al salir de la terminal, mientras miraba tu rostro atrás del cristal, solo pude sonreír, y pensar en volver a esperar.


Pulgar
La cerveza bien fría es algo que siempre he disfrutado, y más cuando estoy en la compañía de un buen amigo. Recordar todas las cosas que hemos pasado juntos, y las cosas que han sucedido en todos estos años, es agradable porque han sido buenas. Como siempre y como todo hay sus altibajos, sus periodos malos y buenos, pero aquí seguimos.
Ahora, después de  todos estos años de conocernos, de pasar de alguna manera todos los eventos personales que nos han sucedido, se ha creado un lazo de unión muy fuerte.
A estas alturas no solo eres mi esclavo y perro fiel, eres también mi amigo. ¿Por qué nunca deje de recibir tus mensajes o de entrenarte como mi esclavo y perro? Si, sé que muchas veces me dijiste que hasta ahí llegaba todo. Pero hay una razón, déjame contarte una leyenda china.
Hace muchos años había un rey mono que era un verdadero dolor de cabeza para todos en el cielo y la tierra. Era un excelente guerrero, muy hábil y astuto para sus travesuras. Los Dioses intentaron disciplinarlo, pero siempre lograba salirse con la suya. Derrotaba a los ejércitos y a los generales, se burlaba de la autoridad. Corría aventuras simplemente por el pacer de sacar de quicio a los demás y aceptaba retos, solo para irritar a los dioses.
A tal grado llego a ser invencible e impertinente, que los dioses cansados y derrotados pidieron ayuda al mismísimo Buda. Buda llamo al rey mono y le aposto a que no podría escapar de su mano. El rey mono, que se sabía capaz de cubrir enormes distancias de un solo salto, acepto sin preocupación. Se dio vuelta y dio un gran brinco y aterrizo en un lugar desierto, en el que solo había cinco pilares. Tallo su nombre en uno de los pilares y dio un salto más para regresar a donde estaba Buda. Cuando aterrizo, le conto feliz de su logro y de la prueba que dejo tallada en aquel pilar. Buda sonrió solamente y le pidió que volteara. Atrás del rey mono estaban los dedos de Buda y en uno de ellos estaba la inscripción que había tallado. Cuando se dio cuenta que había perdido, el rey mono trato de escapar, pero Buda volteo su palma y lo atrapo bajo una enorme montaña, manteniéndolo así castigado durante mucho tiempo, hasta que el rey mono se ofreció a servir a un monje. Así, a través del servicio y obediencia, alcanzo la verdadera sabiduría y regreso al cielo.
Tú eres un poco como el rey mono, travieso, y aventurero, aunque muy inconstante.  Pero tienes un gran potencial y grandes capacidades para ser un excelente esclavo. Puedes tratar de escapar, de negar, o de olvidar, pero nunca lograras dejar este placer de lado. Ya lo has visto y comprobado a través de los años. Intentas saltar fuera de mi palma y de mi influencia, pero siempre terminas cayendo nuevamente en mí mano. Has grabado diferentes cosas en tu vida creyendo que son firmes pruebas de que me has sacado de tu pensamiento. Y al final henos aquí conversando de todas las cosas pasadas y de las que aún están por venir. Sigues dentro de mi palma y has comprendido que parte de lo que te da plenitud es servir.
Has integrado tu sumisión a tu vida y has dejado de pelearte con eso, eres más feliz ahora.
Yo solo he debido esperar cada vez que saltas, y estar ahí para recibirte y darte una pequeña lección para reflexionar. Estoy orgulloso de los que has madurado, y del hombre y esclavo en que te has convertido. Y seguiremos juntos compartiendo este camino.
¿Qué por qué te muestro mi palma izquierda?
Es porque en esta palma es donde has dado tus saltos, y es la que está más cerca de mi corazón.




Sal/0714/ver1.1

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